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A la Copa de Europa se le escapó anoche una lágrima en San Siro cuando Paolo Maldini enfiló el túnel de vestuarios tras el pitido final. El silbato de Konrad Plautz sonó a despedida para uno de los mejores defensas de todos los tiempos. Era un camino sin retorno en la máxima competición continental para un jugador de 39 años que dignifica al fútbol con su sola presencia en un terreno de juego.

La banda izquierda del Milan lleva 23 años siendo la pasarela de Maldini, el zaguero más elegante que cualquier delantero se ha cruzado en las dós últimas décadas de fútbol. Era el mejor. Lo sabí­an todos menos él, un profesional humilde que ha prestado sus servicios al Milan con dedicación exclusiva desde la adolescencia. Entonces sólo era el hijo de Cesare. Ahora Cesare es el padre de Paolo.

Maldini colgará las botas el próximo mes de junio después de haber disputado más de 1.000 partidos oficiales con el Milan, ocho finales de la Copa de Europa y cuatro Mundiales (23 partidos de titular sin ser sustituí­do). Pese a que no pudo alzar el Mundial de 2006 con la azzurri, su palmarés es un ajuar de tí­tulos: cinco Copas de Europa, tres Intercontinentales, cinco Supercopas de Europa, siete Scudettos, una Copa de Italia, cinco Supercopas de Italia. La suma arroja un total de 26 tí­tulos en 23 años y una colección de récords personales. Ahí­ queda eso.

El número 3 desaparecerá de las alineaciones del Milan cuando Maldini deje huérfano a San Siro. Sólo sus hijos Christian y Daniel, que militan en la cantera rossonera, podrán utilizarlo para honrar la memoria de su padre. La irreverencia de Cesc precipitó los acontecimientos. La Champions ha perdido un trozo de su historia. El Milan perderá un trozo de su escudo.